4 de marzo de 2012

“Me cansé de estar relegado”: Javier Chimá

Por: Gregorio Peñaloza S.
twitter: @pegnaloza


Las piernas volaron por el aire impulsadas por la ira. Todo el cuerpo parecía un misil dispuesto, sin que nadie pudiera evitarlo, a llegar directo al objetivo elegido: el impacto fue certero y dio justo en el blanco. El portero suplente del Junior de Barranquilla, Javier Chimá,  cayó al piso aturdido por el golpe en la cara y cuando reaccionó ya el infractor había desaparecido y sólo supo de él cuando vio las imágenes en el noticiero de la noche.



En su natal Barranquilla, Chimá evoca los tiempos de suplencia 
en el banquillo del Junior. Foto: José Beltrán. 

El bochinche se formó y yo entré a respaldar a mis compañeros. El difunto “Chomo” aprovechó que no lo estaba mirando y me conectó la famosa “patada voladora”. Menos mal que él no tenía taches de aluminio porque quién sabe hasta dónde me hubiera mandado, cuenta entre risas Chimá. Él fue uno de los protagonistas de la gresca en un famoso juego ante Pereira y llevó la peor parte gracias a la trepanación de cráneo casera que le propinó Norberto “Chomo” Cadavid.

Pero no hay mal que por bien no venga: al fin y al cabo su nombre apareció por todas partes. Fue de las pocas veces que se sintió titular, tanto en su equipo como en la prensa. En aquellos años ochenta los jugadores extranjeros tenían la prioridad y conformaban la columna vertebral de los equipos y Chimá fue víctima inclemente de esta condición. Si se le pudiera rotular, la categoría de “eterno suplente” sería el lugar común para describirlo.

En diciembre de 1.988 su paciencia se agotó. Con 30 años, edad donde los arqueros todavía parecen estar comenzando, se fue del fútbol para nunca volver y ese Chimá que había estado siempre bajo la sombra de los Carrabs, Goyén, Pogany, Carnevalli, Quiroga y otros tantos vio como la suerte por fin le sonreía. Producto de ser organizado, disciplinado y ahorrativo el “día después” lo esperó con cuatro taxis y una comercializadora papelera marchando a las mil maravillas.

Más tarde conformaría la empresa de mensajería que hoy en día dirige. Chimá logró siendo suplente, lo que muchos figurones del fútbol no pudieron, a pesar de ganar mejor y siempre haber sido tenidos en cuenta por el director técnico de turno.

Al fútbol y a su insípida historia siendo jugador del Quindío y Junior no les guarda rencor. Su obsesión por ponerse los guantes y atajar (así sólo fuera en los entrenamientos) lo ayudaron a sembrar y recojer lo que hoy disfruta en su natal Barranquilla al lado de su esposa y sus cuatro hijos. Fue el último en reírse y como en el adagio, fue el que más carcajadas terminó dando.

¿Cómo un jugador que siempre fue suplente pudo tener todo organizado en el momento de su retiro?

Siendo futbolista en la época que a mi me tocó no se ganaba bien. El fútbol no era una profesión que diera plata, sin embargo me favoreció que siempre fui organizado, ahorrativo y muy disciplinado. Un poco del dinero lo destinaba para vivir y el resto lo ahorraba y a eso súmele que estaba soltero y no tenía gastos tan fuertes. A pesar de ser suplente y no figurar y ganar tanto como otros, invertí bien lo poco que me ganaba. Cuando me retiré me sentí tranquilo porque tenía de donde agarrarme para seguir sobreviviendo.

¿Decide retirarse porque ya era hora o por la ausencia de una oportunidad?

En ese momento yo tenía 30 años y el técnico del Junior era Miguel Ángel “el zurdo” López. Todavía podía seguir mi carrera como futbolista porque un arquero a esa edad todavía es joven, pero me cansé de estar relegado, ya no tenía la misma motivación de otros tiempos en donde a uno lo único que le importaba era andar metido en el cuento del fútbol más allá de si era titular o no. Yo viví el hecho de ser suplente con mucha tranquilidad y nunca me desesperé y tampoco exigí que me pusieran a jugar. La oportunidad nunca llegó y por eso me fui sin hacer escándalo. Tengo la frustración de no haber sido una gran figura, eso es lo que uno sueña cuando es jugador de fútbol.


Esta imagen, del álbum del fútbol colombiano en 1986,
es un incunable.  Javier Chimá, de cortos, cuando
era jugador profesional


¿Fue duro tomar la decisión?

En principio sí, porque era meterse en la cabeza una cantidad de cosas: ya no ir más al club a entrenar y no viajar más con el equipo, entre otras. Pero gracias a que tenía todo organizado para iniciar una nueva vida, la idea se me borró rápido,  me puse a trabajar duro en mi nuevo proyecto y todo salió bien.

¿Sintió en algún momento que los técnicos eran injustos con usted?

En una oportunidad uno de los entrenadores que tuve me dijo que el arquero titular del Junior debía ser yo, pero que no me ponía porque no quería darle gusto a Edgar Perea. El fútbol también tiene esos ingredientes injustos pero nunca reclamé por eso. Yo iba y trabajaba como el resto de los jugadores y siempre tuve muy buena relación con mis compañeros y con los técnicos que me dirigieron. No guardo ningún resentimiento con nadie.

¿De cuántos arqueros fue suplente?

Bueno, no siempre fui suplente. En el año 1982 tapé 23 partidos y el suplente era Alcides Saavedra y en 1984 tuve que reemplazar durante 20 partidos a Esteban Pogany que se había lesionado. De resto me quedó bastante difícil pues siempre me traían un extranjero y ellos gozaban del favoristismo del técnico y la afición. Recuerdo a Carlos Goyén, Lorenzo Carrabs y a Carnevalli. ¿Cuándo iba yo a tapar con esos mostruos al frente? 

¿Qué fue lo mejor que le dejó el fútbol?

Los amigos. Conocí mucha gente gracias al fútbol y eso me ha servido hoy en día para mis negocios. Las relaciones que hice las aproveché luego, cuando me dediqué a crear mi empresa de mensajería. Tanto viaje, concentración y la poca fama que pude acumular durante 10 años de carrera como futbolista, me sirvieron para tener contacto con muchísima gente no sólo en Barranquila sino en todo el país.     

¿Por qué no siguió ligado al fútbol?

Me fui por otro camino. Tiempo después de mi retiro los directivos del Junior me propusieron ser entrenador de arqueros. La idea era bastante atractiva pero lo que me ofrecían en la parte económica no era interesante y yo ya tenía mis negocios organizados, entonces preferí luchar por eso. De todas maneras uno nunca se desliga del fútbol, yo sigo jugando con un grupo de amigos todos los sábados y en el colegio de mi hijo menor asisto a partidos que organizan con los padres. Ahí los alumnos se pelean porque quieren que yo tape en su equipo.

¿La gente lo reconoce en la calle?

Mucho, tanto por lo que hago hoy en día como por haber sido arquero del Junior. La ventaja es que cuando yo era jugador nos daban mucha prensa, los medios estaban encima del equipo, sacaban álbumes y eso ha cambiado; con decirle que yo no sé quién es el arquero suplente del Junior. Otra cosa es que el fútbol en Barranquilla perdió mucha afición cuando hicieron el Estadio Metropolitano. Cuando se jugaba en el Romelio Martínez a los aficionados les quedaba más fácil asistir por la cercanía. Otra cosa es que ahora la gente no va a ver el partido sino a recochar y eso aleja a los que como yo, vamos a disfrutar del partido en serio. Ya van a ser seis años que por ese motivo no voy a fútbol.

Resulta irónico que hoy a usted la vida le sonríe cuando a otros futbolistas que en su época gozaban de más dinero, oportunidades y fama no les pasa lo mismo...

Todo es producto de haber sido organizado, proyectar un futuro y nunca perder ese foco.

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Chimá, Javier de Jesús. Arquero de Junior (1980/1986). Jugó 31 partidos.
Así lo reseña el libro ABC del fútbol colombiano de Guillermo Ruiz Bonilla.


*PUBLICADO EN LA EDICIÓN NÚMERO 20 DE LA REVISTA FÚTBOL TOTAL